Por Henry Lara Castellanos
hltiempo@yahoo.com
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CHAPLIN POR Y PARA
SIEMPRE

Los genios nacen muy pocos, están allí donde generaciones les adoran
como dioses de los siglos. Sus obras no dejan de perdurar… se mantienen hasta
el infinito.
En Chaplin todos los
rasgos del drama y la comedia inteligente en el cine se cumplen. Sus películas
son esperanzas ante las situaciones más adversas, con la capacidad de hilar una
suma de sucesos, para ensamblar una gran historia.
Desde la Quimera de Oro
(1925), con un Chaplin en búsqueda de un golpe de suerte, o si acaso más,
buscar prosperar en la dura labor de hallar oro. Reflejando que el hambre y el
clima se hicieron inclementes, y él siempre manifestando su ternura, bondad,
entendimiento y paciencia a otras personas más mundanas, haciendo de Chaplin un
ser más espiritual.

En “Tiempos Modernos”
(1936), en cambio deja de ser un tanto el vagabundo, es un hombre que necesita
trabajar, pero el film muestra también una fábrica que aliena a sus
trabajadores, y de paso explotados inmisericordemente, abordando como en todos
sus filmes un tema social. El maquinismo se asemeja a las pinturas del pintor
francés Fernand Léger (1881-1955) y Charlot asumiendo su pobreza con decoro y
hasta glamour, siempre de manera humorística y con sátiras.
Sus gags (histrionismo
del personaje) son una clase de actuación con el gesto y la mímica, con el
lenguaje del cuerpo para elevarnos en su encanto y ensueño.
Es esta película de
mayor temperamento romántico de las que hizo, solapando lo mal que le iba en la
vida del personaje con entrega y dignificación de la mirada desde el corazón,
cuando el final se muestra abierto para que el público decida –qué sucedió
allí-. Gloria a Dios por crear gente
maravillosa como Charles Chaplin.