Por Henry Lara Castellanos
hltiempo@yahoo.com
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CHAPLIN POR Y PARA
SIEMPRE
Charles Chaplin es para
el cine lo que es Picasso y Joseph Beuys para las artes plásticas del siglo XX;
lo que es Beethoven y Mozart para la música académica, o Los Beatles para la
contemporánea. Shakespeare y Berthold Brecht para el teatro; también Cervantes
como cimiento de las letras que vinieron después; o Nijinski e Isidora Duncan para la danza; Lincoln
para la política, Einstein para la ciencia y Bruce Lee para las artes
marciales.
Los genios nacen muy pocos, están allí donde generaciones les adoran
como dioses de los siglos. Sus obras no dejan de perdurar… se mantienen hasta
el infinito.
En Chaplin todos los
rasgos del drama y la comedia inteligente en el cine se cumplen. Sus películas
son esperanzas ante las situaciones más adversas, con la capacidad de hilar una
suma de sucesos, para ensamblar una gran historia.
El ciclo en “Homenaje a
Chaplin” que se proyectó en alianza con Cine Arte “La Flor de Venezuela” y
“Cine Club Charles Chaplin”, se cumplió con éxito absoluto. Era muy interesante
saber al final de cada función las diversas percepciones y respuestas del
público ante las preguntas del cine foro.
Desde la Quimera de Oro
(1925), con un Chaplin en búsqueda de un golpe de suerte, o si acaso más,
buscar prosperar en la dura labor de hallar oro. Reflejando que el hambre y el
clima se hicieron inclementes, y él siempre manifestando su ternura, bondad,
entendimiento y paciencia a otras personas más mundanas, haciendo de Chaplin un
ser más espiritual.
Inolvidable la escena de
la danza de los panes, o asumir el hambre cocinando y guisando con solo agua
uno de sus zapatos, que degustaba con sus clavos, como el más exquisito plato
marino con sus espinas.
En “Tiempos Modernos”
(1936), en cambio deja de ser un tanto el vagabundo, es un hombre que necesita
trabajar, pero el film muestra también una fábrica que aliena a sus
trabajadores, y de paso explotados inmisericordemente, abordando como en todos
sus filmes un tema social. El maquinismo se asemeja a las pinturas del pintor
francés Fernand Léger (1881-1955) y Charlot asumiendo su pobreza con decoro y
hasta glamour, siempre de manera humorística y con sátiras.
Sus gags (histrionismo
del personaje) son una clase de actuación con el gesto y la mímica, con el
lenguaje del cuerpo para elevarnos en su encanto y ensueño.
Esta película es una
transición entre el cine silente y el sonoro, al que Chaplin en principio no
aceptaba. Destaca como en todas sus propuestas que aunque la mala suerte parece
acompañarle, él le da una bofetada con su actitud esperanzadora y risueña,
además el amor emerge como la luz en sus historias.
Mientras que “Luces de
mi ciudad”, uno de los hechos que se repitan es el desprecio, desde el hombre
más rico al pobre, y para colmo éste despreciando al más pobre aún. La injusticia
aparece en todas sus producciones y, la dignidad la mantiene con el amor hacia
una joven invidente.
Es esta película de
mayor temperamento romántico de las que hizo, solapando lo mal que le iba en la
vida del personaje con entrega y dignificación de la mirada desde el corazón,
cuando el final se muestra abierto para que el público decida –qué sucedió
allí-. Gloria a Dios por crear gente
maravillosa como Charles Chaplin.